lunes, 22 de agosto de 2011


El profesor como gestor de su práctica docente
(Documento para ser aplicado a todo el trayecto de la Práctica)
OBJETIVO PARTICULAR    Tomar conciencia de por qué la racionalidad práctica es una competencia docente capaz de resolver la complejidad de los problemas que se plantean en las múltiples transacciones que tienen lugar en el aula entre maestros y alumnos.
CONTENIDOS
1.1. NATURALEZA DE LA PRÁCTICA DE ENSEÑANZA
1.2. LA INTERVENCION EDUCATIVA
1.2.1. LA RACIONALIDAD TECNICA Y SUS LÍMITES
1.2.2. LA RACIONALIDAD PRÁCTICA: EL PROCESO DE REFLEXION
1.3. EL PROFESOR COMO DISEÑADOR
1.3.1. UNA APROXIMACION AL CONCEPTO DE DISEÑO
1.3.2. PROGRAMA Y PROGRAMACION
1.3.3. PROGRAMACION Y DISEÑO
1.3.4. ¿QUE HACE UN DOCENTE CUANDO PLANIFICA?
El diseño de la práctica docente emerge hoy como una actividad fundamental dentro de las competencias del profesor. El eje de controversia en este momento es el profesional de la docencia. Su figura aparece hoy como factor prioritario de la tan deseada mejora educativa. El es el responsable del acontecer educativo diario. Su actuación es la clave que determina el flujo de los acontecimientos en el aula, de la forma de abordar la práctica dependen por lo tanto la calidad y naturaleza de los procesos de aprendizaje y el desarrollo de las nuevas generaciones.
Estas consideraciones nos llevan a un replanteamiento de la figura del profesor, a un cambio de perspectiva del profesional de la docencia. Este cambio trasciende el trabajo sobre la materia en que se especializa a un repertorio más amplio de competencias profesionales entre ellas: el diseño de la práctica docente.
1-NATURALEZA  propedéutica de la enseñanza
1.1   Plantearse el análisis de la práctica de la enseñanza tiene sentido ahora a efectos de entender qué tipo de diseño permite a quienes operan en ella.  G. Sacristán (1992), considera que la práctica docente se caracteriza por lo siguiente:
  • Es una actividad predefinida
El profesor no trabaja en el vacío, sino dentro de organizaciones que regulan las prácticas: condiciones de la escolarización, la regulación del currículum realizada fuera de las aulas y la flexibilidad para desarrollar el puesto de trabajo de los docentes.
El diseño desde el punto de vista de los profesores, debe estar enmarcado en tales condicionamientos. Los condicionamientos y los controles no evitan la responsabilidad individual de cada docente. Los profesores tienen que tomar importantes decisiones didácticas sobre cómo rellenar el tiempo escolar con actividades para convertir cualquier determinación previa sobre el currículum en experiencia de aprendizaje de los alumnos.
  • Es un proceso indeterminado
La educación, la enseñanza y el currículum son procesos de naturaleza social que no se pueden prever del todo antes de ser realizados. De aquí que cualquier diseño deba ser abierto y flexible. Este carácter indeterminado obliga a clarificar las ideas y pretensiones de las que se parte para tratar de mantener la coherencia desde que se plantea una meta hasta las prácticas que se realizan.
  • Es compleja y no admite muchas simplificaciones.
Doyle (1977), Gimeno (1988), Pérez Gómez (1988) y otros autores, consideran la práctica docente como una realidad que se define por las siguiente situaciones:
  • Multidimensionalidad
En una clase hay sujetos muy diferentes, cada uno con su propia vida, sus diversas capacidades, su forma de estar y de integrarse a la dinámica del aprendizaje, etc. Están también las influencias del ambiente social y de la propia institución. Están los programas oficiales y el propio profesor. El docente también ha de abordar tareas tan distintas como impartir información y explicarla, atender el trabajo de cada uno de los alumnos, juzgar su actividad y proporcionarles <<freedback>> atender al grupo como tal y sintonizar emocionalmente con los distintos estados de las personas o sucesos de la clase, distribuir y operar con materiales y recursos. Cada decisión que se tome ha de ser congruente con este estado general de cosas.
  • Simultaneidad
La cuestión no es sólo que ocurren muchas cosas, sino que ocurren a la vez. El profesor ha de estar pendiente de los alumnos que trabajan y de los que no lo hacen, de los procesos y los resultados, de los contenidos y de las formas de relación.
  • Impredictibilidad
Son muchos los factores que intervienen en una situación, en la conducta de un alumno o en la de todo el grupo. Los profesores aprenden a predecir cómo van a ir las cosas y a responder a los imprevistos. Responden guiados por intuiciones, imágenes generales de cómo comportarse, no tanto por leyes precisas. Proyectan su idiosincrasia, la subjetividad conformada por su biografía personal, la formación y la cultura de procedencia.
Una práctica docente así entendida requiere que su diseño sea una propuesta tentativa, singular para un contexto, para unos alumnos, apoyado en principios interpretables y abiertos. El diseño de la práctica no es algo abstracto, sino que tiene unos actores determinados y se desenvuelve en unas circunstancias muy concretas. La incertidumbre como forma de pensar no significa improvisación, sino que incorpora la condición artística como elemento que une las ideas, los principios generales y los contenidos educativos con la realidad práctica.
1.2. LA INTERVENCIÓN DOCENTE EDUCATIVA
La pregunta clave en este momento es la siguiente: ¿cuál es la actitud que debe tener un profesor ante una práctica con tales características? El docente, según Schön (1983), puede aproximarse a los problemas que plantea la intervención educativa de dos formas distintas. Una primera forma es la racionalidad técnica, la cual considera al profesor como un técnico-especialista que aplica con rigor las reglas derivadas del conocimiento científico. La competencia profesional consistiría en este caso en la aplicación de teorías y técnicas derivadas de la investigación sistemática a la solución de los problemas instrumentales de la práctica.
La segunda forma es la racionalidad práctica. Esta forma de competencia concibe al profesor como un práctico autónomo, un artista que reflexiona, toma decisiones y crea su propia intervención. No es ésta precisamente la actitud más común del docente que nosotros conocemos. Todos sabemos por experiencia que una práctica educativa se compone de situaciones complejas, inestables, inciertas y conflictivas. El dilema por tanto es el siguiente: ¿es la naturaleza de la realidad la que determina los procedimientos, métodos y técnicas más apropiados para comprender complejidad e intervenir sobre ella, o son los criterios del conocimiento científico los que deben prevalecer?
1.2.1. La racionalidad técnica y sus límites
Entendiendo la técnica, según Bunge (1980), como el haz de saberes científicos inmediatamente aplicables para controlar, transformar o crear objetos y procesos naturales o humanos, el modelo de racionalidad técnica sería una actividad instrumental, un análisis de los medios apropiados para determinados fines y la solución de problemas consistiría en la aplicación rigurosa de teorías y técnicas científicas. "Los investigadores proporcionan el conocimiento básico y aplicado del que derivan las técnicas para el diagnóstico y resolución de los problemas en la práctica" (Pérez Gómez, 1988, pág, 130).
Desde esta perspectiva la práctica se subordina a niveles de conocimiento abstracto y se olvida del carácter específico que toda actuación profesional que pretenda resolver problemas humanos debe atender. El principio de racionalidad técnica no puede afrontar los fenómenos educativos puesto que necesita una permanente reacomodación ante la singularidad de las situaciones educativas en las que incide.
Gagné (1986) considera que las empresas prácticas como la enseñanza tienen dos componentes característicos: uno es el científico y otro, muy importante, es el artístico. El modelo de racionalidad técnica no puede dar respuesta a ambos. Al hacer énfasis en la solución de problemas olvida la identificación de los mismos, con la desventaja de que configuran formas de acción cuya elaboración y control quedan fuera de los protagonistas del proceso educativo, convirtiéndose éstos en simples receptores y usuarios.
Si el modelo de racionalidad técnica es incompleto, puesto que ignora las competencias prácticas requeridas en situaciones divergentes, tanto peor para dicho modelo. Busquemos, en cambio, una nueva epistemología de la práctica implícita en los procesos intuitivos y artísticos que algunos profesionales de hecho llevan a cabo en las situaciones de incertidumbre, inestabilidad, singularidad y conflicto de valores. (Schön, 1983)
1.2.2. La racionalidad práctica: un proceso de reflexión
En el mundo real de la práctica, los problemas no se presentan al profesional como dados, deben ser construidos desde los materiales de la situación problemática. El profesional debe proceder a la identificación del problema, que implica participar en un proceso reflexivo mediante el cual interactivamente nombramos las cosas sobre las que nos vamos a detener y enmarcamos el escenario dentro del que nos vamos a mover (Schön, 1983). Esta competencia es la que muestran algunos prácticos en situaciones que resultan singulares, inciertas y conflictivas, es la dimensión artística, lo que Eisner denomina el arte profesional.
En los últimos años han aparecido alternativas para representar el papel que debe jugar el profesor como profesional ante las situaciones complejas de la práctica. Entre ellas cabe mencionar: El profesor como investigador en el aula (Stenhouse), La enseñanza como arte y el profesor como artista (Eisner), La enseñanza como una profesión de diseño (Yinger), El profesor como profesional clínico (Clark y Griffin), La enseñanza como proceso de planificación y toma de decisiones (Paterson), El profesor como práctico reflexivo (Schön), etc.
En todas estas alternativas se reconoce la necesidad de analizar lo que realmente hacen los profesores cuando se enfrentan a problemas complejos de la vida en el aula.
Yinger (1986) considera que "el éxito del práctico depende de su habilidad para manejar la complejidad y resolver problemas prácticos. La habilidad requerida es la integración inteligente y creadora del conocimiento y de la técnica". Esta habilidad o conocimiento práctico es analizado en profundidad por Schön y lo define como un proceso de reflexión en la acción o como una conversación reflexiva con la situación problemática concreta.
El concepto de reflexión implica "la inmersión consciente del hombre en el mundo de su experiencia", un mundo cargado de connotaciones, valores, intercambios simbólicos, correspondencias afectivas, intereses sociales y escenarios políticos. En la reflexión el profesional rehace una parte de su mundo práctico y reacciona reestructurando algunas de sus estrategias de acción, "se comporta más como un investigador que trata de modelar un sistema experto, que como un experto cuyo comportamiento está modelado" (Stenhouse, 1987, pág. 145). El modelo de intervención según la racionalidad práctica implica tres procesos: conocimiento en la acción, reflexión en la acción y reflexión sobre la acción.
Pensamiento práctico del profesional         Esquema 1.1
a. Conocimiento en la acción
Schön utiliza este término para referirse al conocimiento técnico, entendido éste como un componente inteligente que orienta toda actividad humana. Se manifiesta en el saber hacer, superior a veces a la verbalización que puede hacerse del mismo. El conocimiento está en la acción y lo revelamos a través de nuestra ejecución espontánea y hábil.
b. Reflexión en la acción
En la vida cotidiana, no solamente existe un conocimiento implícito en la actividad práctica, sino que frecuentemente pensamos sobre lo que hacemos. A este componente del pensamiento práctico Schön le denomina reflexión en y durante la acción. La reflexión en la acción es "un permanente diálogo o conversación que implica la construcción de una teoría sobre el caso único, la búsqueda de adecuadas especificaciones de la situación, la definición interactiva de medios y fines y la reconstrucción y reevaluación de los propios procedimientos" (Yinger, 1986). Su valor descansa en la riqueza de la inmediatez, en la captación viva de las múltiples variables intervinientes y en la grandeza de la improvisación, al responder de forma singular a las demandas del medio. En este contraste con la realidad se confirman o refutan los planteamientos previos y en cualquier caso se corrigen, modelan y depuran sobre la marcha.
c. Reflexión sobre la acción
Schön (1983) define este proceso como "el análisis que a posteriori realiza el hombre sobre las características y procesos de su propia acción", es un componente esencial del proceso de aprendizaje permanente por parte del profesor, éste, en su interacción con la situación, elabora un diseño flexible de enfoque progresivo que experimenta y reconduce de forma continua como resultado de esta reflexión. Estos tres  procesos componen el pensamiento práctico del profesional, en nuestro caso, del docente.
1.3. EL PROFESOR COMO DISEÑADOR
Schön (1983) define este proceso como "el análisis  que a posteriori realiza el hombre sobre las  características y procesos de su propia acción".
1.3.1. Una aproximación al concepto de diseño
Para Escudero (1982) diseñar significa:
"prever posibles cursos de acción de un fenómeno y plasmar de algún modo nuestras previsiones, deseos, aspiraciones y metas en un proyecto que sea capaz de representar en lo posible nuestras ideas sobre qué desearíamos conseguir y cómo podríamos llevar a cabo un plan para conseguirlo".
(Escudero, 1982: 51)
La actividad de diseñar el currículum se refiere al proceso de planificarlo y este proceso implica darle forma y adecuarlo a las peculiaridades de la enseñanza. Darle forma quiere decir que desde la declaración de finalidades hasta la práctica, es preciso planificar los contenidos y las actividades con un cierto orden para que haya continuidad entre intenciones y acciones, es precisamente a través del diseño como se pretende salvar la distancia entre la teoría y la práctica. Adecuarlo a las peculiaridades de la enseñanza implica que el profesor al diseñar viene a ser un intermediario entre las directrices curriculares a las que se ha de ceñir y las condiciones de su práctica que le van a determinar.
En un diseño no sólo se concretan los supuestos planteados en los niveles superiores, sino que éstos se adaptan a las situaciones en que se van a aplicar. Esta forma de hacer enseñanza es divergente frente a la tradicional que es convergente. Los maestros saben lo que cuenta, a la hora de desarrollar un programa, las características de la situación, sus posibilidades y límites, las necesidades del grupo social con el que se va a trabajar, el nivel de recursos disponibles, etc.
1.3.2. Programa y programación
Hemos definido la acción de diseñar como una competencia docente con determinadas características, entre otras que debe incorporar al Programa Oficial. Pero ¿qué es en realidad un programa y qué lugar ocupa en relación al diseño?
Cuando un maestro se enfrenta a un curso, se encuentra con una realidad muy concreta: un programa que tiene que desarrollar, un documento oficial de carácter institucional en el que se indica el conjunto de contenidos, objetivos, etc. a desarrollar en un determinado nivel. Visto así un programa es
un conjunto de prescripciones oficiales respecto a la enseñanza emanadas del poder central que recoge el conjunto de experiencias de aprendizaje por las que han de pasar todos los alumnos que cursan un determinado nivel, los mínimos, la estructura común de una cultura, las previsiones generales respecto a las necesidades de formación cultural y técnica.
El valor de un programa radica en que desarrolla el sentido de comunidad nacional para la enseñanza básica y de comunidad profesional en la enseñanza universitaria.
En cambio hablamos de programación para referirnos al proyecto educativo-didáctico específico, desarrollado por los profesores para un grupo de alumnos concreto, en una situación concreta y para una o varias disciplinas. A través de la programación se reinterpretan las previsiones y compromisos est del Programa.
Aquí está la clave de la innovación en el nuevo discurso pedagógico. La aplicación mecánica y ciega de un programa implica un profesorado pasivo a nivel curricular e identifica un tipo de institución reproductora, aislada del contexto. Un programa mediado por la programación supone un nuevo estilo de hacer escuela. En la programación el Programa subsiste como marco de referencia permanente, la programación es menos pretenciosa, más de casa, más asequible para cada uno de nosotros. La programación acerca el programa a la realidad en que se va a desarrollar e inclusive la enriquece. Es importante que el profesor considere que programa y programación no son planteamientos excluyentes. Cada uno tiene una función que le es propia y que entre ambos se complementan para cerrar el proyecto curricular a desarrollar en el aula. Por tanto, a partir de un programa pueden surgir múltiples programaciones, tantas como contextos en los que se aplica.
Del Programa a la Programación
Esquema 1.2
1.3.3. Programación y diseño
En el mundo de la enseñanza se ha aludido a la actividad de hacer proyectos o diseños con el término programar. Sin embargo el uso de este concepto sesga la idea de diseño que hemos venido trabajando al llevar implícita la connotación de que la previsión de lo que será la práctica debe ser muy precisa y segura, es decir, donde el esquema no tolere interpretaciones de cómo realizarlo por parte de sus ejecutores. La idea de diseño responde más al hecho de elaborar bocetos generales a acomodar "sobre la marcha". "El diseño incorpora la condición de ser una propuesta tentativa singular para cada contexto, para unos alumnos, apoyado en principios interpretables y abiertos" (Gimeno Sacristán, 1992:240). Nosotros vamos a optar por el término diseño para describir la acción de planificar la enseñanza, más en consonancia con nuestra forma de entender la didáctica.
1.3.4. ¿Qué hace un docente cuando planifica?
Dice Beauchamp (1981): "La tarea del que planifica el currículum consiste en establecer la estructura fundamental de un ambiente en el que los que aprenden puedan tener experiencias de aprendizaje" (en G. Sacristán, 1992: 231). La planificación de los profesores la entendemos como un proceso de resolución de problemas que enfrentan desde sus posibilidades reales.
La planificación supone siempre un planteamiento tecnológico-cibernético de la enseñanza en el que se entrecruzan el discurso pedagógico y el didáctico-técnico. El primero hace referencia a qué elementos merecen la pena y el segundo, a qué aprendizajes, cómo los organizamos y con qué materiales, es decir, cómo hacemos para que todo el proceso resulte integrado, funcional y eficaz.
Hablar de un planteamiento tecnológico-cibernético significa aludir a la doble capacidad del profesor de organizar y contextualizar, y reorganizar si fuera necesario. Esta competencia es imprescindible porque para llevar a cabo la enseñanza en el contexto sociocultural del aula no hay soluciones comunes. Las características de cada situación, de los sujetos y la propia dinámica generada en el proceso, hacen que la combinación de variables y sus consecuencias sean diferentes de una clase a otra.
En la toma de decisiones que realiza el profesor en este proceso juega un papel importante la información disponible sobre los estudiantes, las materias y los procesos instructivos, las características personales y profesionales de los profesores, las limitaciones y posibilidades de la institución y las necesidades de la carrera en sí misma.
Esquema 1.3
Aunque los esquemas de diseño son idiosincrásicos para cada docente, en cualquier proceso de planificación didáctica están presentes:
  • Un componente racional que sería el conjunto de conocimientos, ideas o experiencias sobre el fenómeno a planificar que actúa como apoyatura conceptual y de justificación de lo que se decide.
  • Un propósito, fin o meta a alcanzar que aporta la dirección a seguir y una previsión respecto al proceso a seguir que habrá de concretarse en una estrategia de procedimiento en la que se incluye los contenidos y tareas a realizar.
  • y una previsión respecto al proceso a seguir, que habrá de concretarse en una estrategia de procedimiento en la que se incluyen los contenidos y tareas a realizar.
La interacción de estas fuentes llevará al docente a la adopción de un plan para actuar en una situación y en momentos concretos, plan que irá rehaciéndose a medida que se desarrolla. Este esquema que estamos trabajando sigue un proceso cíclico de planeación e investigación en la acción: pensar antes de decidir, observar y registrar lo que ocurre cuando se realiza y aprovechar los resultados y anotaciones tomadas sobre el proceso seguido para volver a diseñar el momento siguiente. Son dos partes de un proceso que tienen entre sí una relación dinámica. Una planificación no puede estar al margen de los resultados de la investigación y ésta tampoco debe dejar de hacer previsiones y configurar una visión de conjunto.
En este punto, el diseño se conecta con la nueva epistemología de la práctica que hemos presentado. Dice Schön (1992): "cuando hablamos del profesor nos estamos refiriendo a alguien que se sumerge en el complejo mundo del aula para comprenderla de forma crítica y vital, implicándose afectiva y cognitivamente en los intercambios inciertos, analizando los mensajes y redes de interacción, cuestionando sus propias creencias y planteamientos proponiendo y experimentando alternativas y participando en la reconstrucción permanente de la realidad escolar". Es el proceso hoy denominado como proceso de investigación-acción.
Con los planteamientos hechos hasta este momento podemos concluir que tal y como entendemos la práctica educativa, este curso no nos va a llevar a desarrollar un contenido de recetas didácticas. Más bien vamos a defender un estilo de hacer escuela reflexiva, fundamentada y muy próxima y condicionada por la situación socio-ambiental en la que está encuadrado. El hecho de que cada situación sea única no quiere decir que lo sean todos sus componentes. Zabalza (1991) dice que el profesor es como una especie de <cantero>, cada piedra posee sus propias características, sus vetas, su grosor, sus capas, sus diferencias singulares, cada tipo de piedra exige un tratamiento distinto, pero no en un sentido absoluto. Podemos hablar de un <estilo general de trabajar la piedra>, muy diferente del estilo, por ejemplo, de trabajar el hierro, la madera o el barro. En líneas generales, para trabajar bien la piedra es necesario pasarse por una buena escuela de <canteros> Igualmente, para hacer una buena enseñanza no es menos importante proveerse de aquellas líneas generales de actuación que permitan después afrontar situaciones concretas e idiosincrática de la institución y del curso en cuestión, es decir, el profesor debe saber integrar lo que la enseñanza tiene de conocimiento, de habilidades, de disposiciones personales e incluso de arte.
BIBLIOGRAFIA COMPLEMENTARIA
  • Reigeluth, Ch. (1983). "Instructional Design: What is it and why is it?". Instructional Designa. Theories and Modems. New Jersey. LEA. Págs 5-33.
  • Pérez Gómez. A. (1990). "Comprender y enseñar a comprender. Reflexiones en torno al pensamiento de J. Elliot". En: Elliot, J. (1990), La investigación-acción en educación. Madrid. Morata.
  • Medina Rubio, R. (1988). "El enfoque tecnológico de la planificación curricular". Currículum y educación. Barcelona. CEAC. Págs. 95-111.
  • Contreras, J (1990). "El profesor ante el curriculum. Argumentos para la acción". Enseñanza, curriculum y profesorado. Introducción crítica a la didáctica. Madrid. Akal. Págs. 225-245.
CONSIGNA DE TRABAJO

-          Luego de la lectura del texto, diseñe,  con los tres contenidos claves analizado, una red o mapa conceptual que integre todos los subconceptos  que caracterizan al “profesor cómo gestor de su práctica docente”.
-          Entregar a su profesor de cátedra por pareja de trabajo.

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Dimensiones de la Practica Docente


Dimensiones en la práctica docente

                                                                       Por el Psic. Fernando Reyes Baños
La celeridad con que habitualmente ocurren los hechos en un salón de clases deja a los docentes con muchas dudas y situaciones sin revisar con la debida profundidad; en contraste, la sistematización de esta experiencia, con el inevitable alto que implica hacer en el camino, brinda una oportunidad para que los docentes, además de reconocer las contradicciones, las equivocaciones y los aciertos que han tenido (o que todavía tienen), propongan, tras el exhaustivo análisis de los aspectos que se encuentren, una mejoría ulterior.
La sistematización de la práctica docente equivale a buscar respuestas a preguntas como: “¿Qué está pasando? ¿De qué manera estoy pretendiendo educar a otros? ¿Qué resultados he conseguido realmente? ¿Cuál sería la forma más conveniente de hacerlo?”, para lo cual, resulta recomendable que los docentes tomen distancia de su propia práctica porque de esa manera podrán observarla de manera similar a como la perciben los demás, y al mismo tiempo que se ubiquen e involucren con ella personalmente, para analizar las actividades que realizan en función de la educación de sus alumnos y de su propio proceso formativo.

Sin embargo, sistematizar la práctica docente requiere de la consideración de muchos aspectos más. Un punto de partida sería establecer que toda práctica docente no opera en el vacío pues se haya circunscrita a un lugar y a un tiempo con determinadas características [1]. Esto significa que, la práctica docente trasciende la función de quien se dedica exclusivamente a utilizar técnicas de enseñanza en un salón de clases (concepción técnica) debido, básicamente, a la compleja trama de relaciones que la docencia implica. Por esta razón ésta se relaciona, tanto con asuntos que se generan dentro del marco institucional de la universidad, como por ejemplo, los referidos a la regulación del currículo realizada por los cuerpos colegiados y a la flexibilidad que existe en la institución para desarrollar el puesto de trabajo de los profesores; como con procesos pertenecientes a contextos más amplios, que tienen que ver con los aspectos económicos, políticos y culturales de un estado y un país específicos; adjuntándose también a estas relaciones, los valores personales del docente y los que provienen de la institución y de la sociedad. La consecuencia más importante de esta compleja trama de relaciones que viven los docentes es que, tarde o temprano, confluyen en una labor que se desarrolla vís-a-vís con sus alumnos, quienes lo hacen entrar en contacto a su vez, con sus propias condiciones de vida, así como con sus características culturales y sus problemas económicos, familiares y sociales particulares.

Por lo anterior, concordamos con las palabras que Fierro, Fortoul y Rosas (2000) usan para definir la práctica docente. Según estas autoras, ésta se refiere a “… una praxis social, objetiva e intencional, en la que intervienen los significados, las percepciones y las acciones de los agentes implicados en el proceso… así como los aspectos político-institucionales y normativos que, según el proyecto educativo de cada país, delimitan la función del maestro.”[2]

Como atender las relaciones implicadas con la práctica docente equivale a estudiar diferentes contextos, adoptaremos las dimensiones que proponen Fierro, Fortoul y Rosas como puntos de referencia para su revisión. Para ello, y siguiendo fielmente el modelo propuesto por estas autoras, distinguiremos entre los elementos que provienen del entorno social e institucional y los que pertenecen al espacio privado del salón de clases. Veamos a continuación, en qué consisten estos:

Dimensión personal. Reflexión en torno a los siguientes cuestionamientos: quién es el docente fuera del salón de clases, qué representa para él su trabajo en su vida privada y de qué manera ésta se hace presente en el aula. Ideas que constituyen el núcleo de esta dimensión son: las circunstancias que lo hicieron elegir (como la única o como una alternativa más entre sus actividades) la docencia, los proyectos que se ha trazado a través del tiempo y como estos, al paso de éste, han ido cambiando debido a sus circunstancias de vida. Ideas suplementarias son: el grado de satisfacción que experimenta el docente por su trayectoria profesional y por su labor actual, experiencias más significativas como profesor, los sentimientos de éxito o de fracaso que ha vivido en distintos momentos, lo que actualmente se propone lograr y sus expectativas para el futuro.

Dimensión institucional. Atiende a lo que la institución educativa representa como colectividad en la que está inmersa la práctica individual de cada profesor. Reflexión acerca de cómo la institución socializa a estos con sus saberes acerca del oficio, tradiciones, reglas tácitas, etc. Ideas que constituyen el núcleo de esta dimensión son: la experiencia de pertenencia institucional y la consideración de cómo la institución determina el puesto de trabajo del docente material, normativa y profesionalmente. Ideas suplementarias son: las normas de comportamiento y de comunicación entre colegas y autoridades, los saberes y las prácticas de enseñanza que se socializan dentro del gremio, los estilos de relación, las ceremonias, los ritos y los modelos de gestión directiva.

Dimensión interpersonal. Por ser la universidad una construcción social en la que individuos y grupos presentan distintas perspectivas y propósitos sobre el trabajo educativo institucional, esta dimensión atiende a la actuación individual y colectiva de los profesores. La reflexión gira en torno a la siguiente premisa: ningún docente trabaja solo, pues cualquiera de ellos labora en un espacio colectivo, que constantemente lo pone en la necesidad de asentir o disentir respecto a las decisiones, acciones y proyectos de los demás; situación que obliga al docente a confrontar diversos tipos de problemas, frente a los cuales, deberá ocupar una posición determinada. Ideas que constituyen el núcleo de esta dimensión son: el clima institucional, los espacios y estructuras de participación interna, los estilos de comunicación, el tipo de convivencia existente, el grado de satisfacción de los distintos miembros por las formas de relación que prevalecen y los efectos que el clima de relaciones en la universidad tiene en la disposición y el entusiasmo de los distintos agentes.

Dimensión social. Considera la forma en que el docente percibe y expresa su quehacer como agente educativo frente a sus destinatarios (que con frecuencia pertenecen a diversos sectores sociales), para analizar el cómo se configura cierta demanda para la actividad que desempeña, la cual, queda circunscrita a un momento histórico y a un contexto geográfico y cultural particulares. Ideas que constituyen el núcleo de esta dimensión son: la repercusión social que la práctica del docente tiene con relación a ciertos alumnos, que por sus condiciones culturales y socioeconómicas, presentan alguna desventaja ante la experiencia escolar, las expectativas sociales que pesan sobre él y las presiones que recibe por parte de sus destinatarios y el sistema educativo.

Dimensión didáctica. Concibe al docente como un agente, que sirviéndose de los procesos de enseñanza, se ocupa de dirigir o facilitar la interacción de los alumnos con el saber que la institución propone, para que ellos construyan su propio conocimiento. El propósito de esta reflexión, es determinar la naturaleza y profundidad de los aprendizajes adquiridos por los alumnos en términos de conocimientos y de habilidades. Ideas que constituyen el núcleo de esta dimensión son: la manera en que el profesor acerca el conocimiento para que sus alumnos puedan recrearlo, la forma en que entiende su proceso de aprendizaje y conduce las situaciones de enseñanza y la recuperación y análisis de aspectos específicos que son privativos del salón de clases (métodos de enseñanza, organización de las actividades escolares, forma de evaluar, etc.).

Dimensión valoral. Toma en cuenta básicamente, tres pautas para la reflexión: análisis de los valores que el docente manifiesta a través de sus actos, particularmente, cuando ha tenido que afrontar una situación problemática en la que era necesario tomar una decisión, y también, cuando opina sobre situaciones de enseñanza o de vida de sus alumnos, expresando lo que considera y afirma como valioso; examinación de la vida cotidiana en la universidad para descubrir qué tipo de valores se transmiten por medio de la estructura de relaciones y de organización; y finalmente, revisión de las orientaciones de política educativa y de alguna declaración, nacional o internacional, sobre los derechos humanos y de los estudiantes como referencias valorales más amplias para el quehacer educativo en su conjunto.
La revisión de estas seis dimensiones, como modelos para analizar la práctica docente, está enmarcada por dos pautas más, a saber: un Análisis introductorio y una conclusión, esta última denominada por las autoras Relación pedagógica. Veamos en qué consisten:

Análisis introductorio. Reflexión, que a partir de preguntas e ideas suplementarias, pretende orientar la introducción del docente a un análisis general sobre su práctica.

Relación pedagógica (conclusión). Parte en la que culmina el análisis de todas las dimensiones, y de cuya integración armónica dependerá, el tipo de relación que el docente establezca con sus alumnos, pudiendo caracterizarse ésta, por la opresión, el dominio y la imposición o por la libertad, el respeto y la colaboración. El análisis de las relaciones contenidas en su trabajo para tener una visión de conjunto respecto a las mismas, el descubrimiento de lo que propicia la frecuente aparición de algunas situaciones en el proceso educativo y la consideración propositiva de lo analizado anteriormente, son cuestiones que justifican esta reflexión.

Un ejemplo práctico del trabajo de sistematización al que nos estamos refiriendo en este artículo es el siguiente fragmento que narra, de acuerdo a las pautas brindadas por las autoras respecto a la Dimensión Personal, mi reflexión en torno a mis inicios en la docencia en la Escuela Superior de Comercio y Administración (E.S.C.A.) del Instituto Politécnico Nacional (I.P.N.):
"¿Por qué accedí a dar clases a nivel superior? (...) Porque deseaba enriquecer mi currículum vitae con más contenido, porque me entusiasmaba la idea de vivir mi primera experiencia en el campo laboral y porque ese trabajo en particular representaba la oportunidad más rápida para lograrlo. No tenía entonces razones más nobles que éstas para explicar mi elección, que más que elección, se trató de una oportunidad que no quise dejar pasar.

Pero tan sólo un semestre más tarde tuve que revalorar mis motivaciones. La experiencia con un grupo escolar, perteneciente a la carrera de contaduría, aportó para mi incipiente incursión en la docencia un aprendizaje importante. Dos fueron las causas: mi poca familiaridad con los contenidos de la disciplina impartida y mi desconocimiento de cómo debían aplicarse los contenidos de la misma en casos concretos. La consecuencia obvia es que las clases que impartía se caracterizaban por la improvisación, que ponía de manifiesto, cada vez que trabajaba los temas correspondientes frente al grupo. Pero eso no fue lo peor. Casi al final del semestre, se me comunicó que los grupos que habían llevado esta materia debían presentar sus investigaciones ante los alumnos de toda la carrera, y el día que los equipos de mi clase expusieron sus trabajos resultó evidente, la falta de desarrollo de los mismos.

Semejante experiencia constituyó una lección abrupta, pero quizá por eso mismo, efectiva para mí. Me di cuenta de la enorme responsabilidad que una labor como la que hacía implicaba y que, a partir de ese momento, mi currículum vitae no era lo único que debía enriquecerse. Comencé a esforzarme más por preparar mejor mis clases. Pensaba que, entre más dominio tuviera del contenido a enseñar, esto de algún modo beneficiaría a mis alumnos, haciéndolos aprender mejor. No buscaba empero, hacer de ellos los mejores estudiantes, me conformaba con que su nivel académico se mantuviera a la par con el rendimiento escolar que, según indagaba con los mismos alumnos, profesores de otros grupos y materias lograban. Esto representaba para mí un reto que tenía que superar cada semestre, pero también un cierto desgaste, porque aún cuando mi juventud me diera la energía requerida para que me pusiera a investigar en las bibliotecas, llenar una o dos libretas enteras de apuntes para cada materia e inventar nuevas maneras para abordar esos contenidos en clase, siempre me parecía que la experiencia y la disciplina de mis colegas, todos ellos mucho mayores que yo, me rebasaban en muchos sentidos; y esta comparación que yo hacía entre su trabajo y el mío, por un lado, servía como un poderoso estímulo para que siguiera buscando afanosamente mejorar mi práctica docente, pero por otro lado, causaba desánimo en mi espíritu por la brecha imborrable que, tarde o temprano y de un modo u otro, podía apreciarse entre nosotros.

Pero también tuve buenos momentos al inicio de mi trayectoria como docente. Un año después de mi experiencia con ese grupo de contaduría, por ejemplo, buscando equilibrar el balance que hacía entre el trabajo de mis colegas y el mío, tomé uno de los talleres que la escuela ofrecía intersemestralmente de manera gratuita a sus profesores, cuya evaluación final consistía en presentar frente a los demás profesores, una micro clase que durara diez minutos únicamente, luego de los cuales, cada expositor sería retroalimentado con las observaciones de sus compañeros. El día de las evaluaciones me tocó intervenir hasta el final de la sesión, y para mi sorpresa, la micro clase que presenté no sólo recibió buenos comentarios de todos los participantes cuando llegó el momento de la retroalimentación, sino también quedo exenta de la critica implacable que hasta entonces había hecho al término de cada presentación, uno de los profesores con más experiencia entre nosotros con respecto a la adecuación que debía haber entre la exposición y el tiempo disponible para hacerla.

Esta experiencia fue muy satisfactoria, pero también implicó, a nivel personal, un aprendizaje muy importante: que en principio sí hay una brecha entre el profesor que inicia y aquel que lleva años en la docencia, pero el saber y el conocimiento personal (Villoro, 2002) que el segundo tiene como ventaja con respecto al primero es producto de su trabajo cotidiano, el cual, conforma una experiencia particular y conveniente a las notas características de su quehacer habitual[3]; por tanto, no hay cabida para la comparación real entre el profesor que empieza y quien ya lleva muchos años trabajando para una institución educativa, porque ambos se encuentran en momentos distintos de su formación como docentes.

Quizá por este motivo, la experiencia vivida en ese taller no pude interpretarla como un factor que equilibrara mi desigual forma de percibir el trabajo que mis colegas y yo desempeñábamos en la escuela; sin embargo, sirvió para que vislumbrara una idea, que un semestre más tarde, se convertiría en una estimulante certeza: la docencia es una actividad perfectible, por lo tanto, el docente requiere, para la práctica adecuada de los procesos en los que interviene, la evaluación y la planeación constantes. Efectivamente, seis meses más tarde tuve a mi cargo otro grupo de la carrera de contaduría, a quienes tenía que impartir nuevamente, la misma materia que otrora me hiciera pasar por tantas dificultades. No estaba dispuesto a pasar por los mismos problemas; así que, evalué cuáles habían sido mis errores la primera vez, preparé anticipadamente mi plan de trabajo y los contenidos que se revisarían a lo largo de la materia, y finalmente, lo llevé a la práctica durante un semestre. El resultado de todo esto me pareció asombroso si lo comparaba con lo que había ocurrido la primera vez. Estaba satisfecho con la calidad de los trabajos que la mayoría de los alumnos había hecho. Tal fue mi autocomplacencia, que yo mismo pregunté sí los grupos que cursaban esta materia debían presentar nuevamente sus trabajos ante los alumnos de toda la carrera, pero mi jefe inmediato superior me informó que, lamentablemente, no se realizaría un evento como ese para el presente periodo (...)"[4]


La sistematización de la práctica docente no es tarea fácil. Implica adentrarse a un proceso de mucha reflexión en torno a las relaciones que la atraviesan multidimencionalmente. La importancia de hacerlo empero, radica en su utilidad para discernir los muchos aspectos involucrados y que, de manera conjunta, explican el por qué y el cómo llegamos ser el docente que actualmente somos. Es una opinión personal, que esta labor de sistematización es de vital importancia para aquellos docentes que piensan que ya no tienen nada que aprender de los demás, como por ejemplo, de sus pares o de sus propios alumnos; también para aquellos que vieron en la docencia una especie de trampolín para lograr alguna otra meta, y definitivamente, para aquellos que piensen que enseñar equivale a hacer una obra de caridad. Sistematizar la experiencia que tenemos con nuestros estudiantes, buscar respuestas y formular nuevas preguntas para construir el rostro que nos esclarezca nuestras razones para saber quiénes somos al momento de investirnos como docentes frente a los demás y ante nosotros mismos, es tarea de quien sabe que siempre deberá seguir aprendiendo y para quien tenga, como única certeza, que no hay ninguna certeza más que la de poder hacer un alto en el camino, para preguntarse: ¿Y que está pasando ahora conmigo?
El autor de este artículo no espera que a raíz de la lectura del mismo haya algún docente que automáticamente diga: “¡Yo quiero sistematizar ahora mismo mi práctica!”, porque el tema en cuestión fue abordado de modo introductorio, debido a lo cual, carece de muchos elementos necesarios para realizar esta labor. Lo que el autor sí espera que ocurra, es que el docente que tenga la intención, el interés o la necesidad de realizar este trabajo de sistematización tome, como punto de referencia, lo tratado aquí y que consulte, con mucha atención, la obra de Fierro, Fortoul y Rosas (Transformando la práctica docente. Una propuesta basada en la investigación-acción), en la cual, encontrará una guía extensa sobre cómo realizar este trabajo.
Finalmente, con el propósito de no dejar en la incertidumbre al lector interesado, expondremos a continuación, de manera extremadamente sucinta, algunas pautas que las autoras explican en su obra para realizar este trabajo de sistematización, basándose en los elementos ya referidos, es decir, las dimensiones de la práctica docente y los análisis que las enmarcan (el análisis introductorio y la conclusión o relación pedagógica correspondientes).

Consignas de Actividad a realizar


Contenidos
Pautas para el Análisis
Análisis introductorio
Apreciaciones generales sobre la docencia y situación actual de los profesores.
Dimensión Personal
El docente como persona individual, como sujeto histórico, su trayectoria profesional y su trabajo en la universidad.
Dimensión Institucional
La gestión escolar (y sus estilos), la pertenencia institucional, la socialización profesional, la cultura institucional y la innovación docente.
Dimensión Interpersonal
La micropolíticas de la universidad, el clima institucional, las estructuras de participación y el manejo de conflictos.
Dimensión Social
La práctica del docente como praxis social, el entorno social, político, económico y cultural en la que ésta se encuentra, la función social del profesor y la valoración social de su trabajo, las condiciones de vida de los alumnos y sus demandas al profesor y las igualdades educativas que estos tienen.
Dimensión Didáctica
Las estrategias de aprendizaje, las concepciones sobre el aprendizaje y la enseñanza, el rendimiento académico y los conceptos, actitudes y procesos que promueven las formas de enseñanza.
Dimensión Valoral
Valores personales del docente, influencia del profesor en la formación de conceptos y actitudes de sus alumnos, la universidad como espacio de formación de valores por medio de sus estilos de gestación y de relación y referencias valorales para el trabajo cotidiano de la universidad.
Relación Pedagógica
Caracterización del tipo de práctica docente, niveles de satisfacción y expectativas con relación a la misma y rol asumido, deseado y practicado.

Referencias   [1] Pansza G., Margarita, Esther Carolina Perez J. y Porfirio Moran O. (2002). Fundamentación de la didáctica. México: Gernika.
[2] Fierro, Cecilia, Bertha Fortoul y Lesvia Rosas (1999). Transformando la práctica docente. Una propuesta basada en la investigación-acción. México: Paidós.



Programa de Practica Docente II (prof. en Historia)

PROGRAMA ANÁLITICO DE PRÁCTICA DOCENTE II

EJE: LAS CIENCIAS SOCIALES COMO MARCO DE LAS PRÁCTICAS
DOCENTES EN HISTORIA

BLOQUE 1  DE LOS CONTENIDOS CONCEPTUALES
.
1.1 El papel de la Practica Docente para la enseñanza de la Historia en el Desarrollo Curricular de Ciencias Sociales: dimensiones de la práctica y el perfil docente.
   1.1.1  Conceptos de Historia en los C.B.C., en el Diseño Curricular de la Provincia de Corrientes y  en los N.A.P.
      1.1.1.1Los conceptos estructurantes en la enseñanza de la Historia y las ciencias Sociales: tiempo histórico, Tiempo social, sujetos sociales y espacio geográfico.
   1.1 2. Los fines de la enseñanza de las Ciencias Sociales y  la Historia en la Educación Secundaria.
   1.1.3. Los contenidos de las Ciencias Sociales y la Historia en el Diseño Curricular
            Jurisdiccional y su articulación con los N.A.P.
   1.1.4 La innovación en Ciencias Sociales:
      1.1.4.1Las transformaciones de la nueva Historia a) La Historia de los Annales. b) La nueva Historia Social. C) El “retorno del Sujeto y  de la narrativa en la historiografía, a) Microhistoria; b) y relato histórico.
   1.1.5 Propuestas de enseñanza.: Observaciones de clases: Visibilizar: Practicas docentes de enseñanza de contenidos históricos y su abordaje en el marco de las Ciencias Sociales.

  1.2 El proceso de enseñanza – aprendizaje del mundo social:
    1.2.1 Los contenidos históricos como construcción social
    1.2.2 Contenidos históricos y aprendizaje significativo: a) ideas previas y org. Del material Curricular.
    1.2.3 Contenidos y comprensión.
    1.2.4 Enseñar y aprender contenidos conceptuales sociales e históricos.
    1.2.5 Propuestas de enseñanza: Observaciones de clases: Visualizar: la construcción del aprendizaje en el aula. El enfoque problematizador y crítico y los contenidos.

1.3 Procedimientos y lenguajes en la enseñanza de la Historia.
   1.3.1 La concepción de ciencia que enseñamos
   1.3.2 La concepción de ciencia, de enseñanza y de aprendizaje.
   1.3.3 Los procedimientos en la enseñanza de la Historia.
   1.3.4 Los procedimientos de la Historia.
   1.3.5. Propuesta de enseñanza: investigación educativa sobre: La práctica educativa, ¿Cómo aprender historia? La función procedimental en el aprendizaje. Los procedimientos de la historia.

1.4. El Proyecto Curricular Institucional como componente curricular del P.E.I.
          (Vinculación con  Diseño Jurisdiccional del nivel para el cual se forman, Secundaria)
1.4.1El Proyecto Curricular Institucional en el marco del desarrollo curricular
       1.4.1.1 Qué se entiende por desarrollo curricular en el aula y en la Institución escolar.
   1.4.2. El proyecto / planificación de aula
      1.4.2.1. Planificar en Historia: los saberes del alumno y el plan de trabajo.
          1.4.2.1.1 El concepto de eje
          1.4.2.1.2 La selección de ejes
    1.4.3. Tipos de contenidos
        1.4.3.1 Selección y secuenciación de contenidos
        1.4.3.2 La relación área – disciplina en la organización de contenidos (Cs. Sociales – Historia) en el Proyecto Curricular Institucional y en el del aula
1.4.4          Propuestas de enseñanza. Investigación educativa: encuestas y entrevistas sobre: Criterios de selección, organización y secuenciación de contenidos. Formatos de organización disciplinar, areal y transversal

BLOQUE 2  DE LOS CONTENIDOS PROCEDIMENTALES

2.1 Elaboración y utilización de instrumentos para recabar información de situaciones de observación de clases
2.2. Observación, registro y análisis de procesos de intervención docente en escuela secundarias destino: Entrevistas a Docentes de aula, Jefes de Departamentos de materias afines.
2.3 Comparación, análisis y síntesis de los diferentes planes, planificaciones y / o secuencias didácticas de acuerdo  a los distintos enfoques paradigmáticos de la investigación educativa.
2.4. Implementación de técnicas de investigación en Ciencias Sociales e Historial para la búsqueda, sistematización y análisis de la información de fuentes primarias y secundarias, pertinentes a las problemáticas vinculadas con los procesos de elaboración del Proyecto Curricular Institucional.
2.5. Análisis de su vinculación con el P.E.I.  el Diseño Curricular Jurisdiccional, proyecto Curricular Institucional y el Proyecto  áulico.
2.6. Producción de explicaciones provisorias sobre el objeto de análisis desde la confrontación teoría práctica.
2.7. Identificación y utilización de conceptos y principios explicativos provenientes de diferentes campos de conocimiento como aporte y consolidación a la Práctica Docente.
2.8. Participación en procesos de organización y coordinación de grupos y en la construcción     de  producciones pedagógicas individuales y grupales.
2.9. Intercambio y análisis de registro de observación de experiencias didácticas entre pares para el fortalecimiento de las producciones pedagógicas en las instituciones educativas.
2.10. Elaboración de informa final.

BLOQUE 3   DE LOS CONTENIDOS ACTITUDINALES

3.1   Desarrollo de una actitud reflexiva y de apertura intelectual a partir de una apropiación crítica de saberes.
3.2 .Apropiación de la idea de formación, como un proceso contínuo.
3.3. Desarrollo de actitudes de sensibilidad y respeto por la heterogeneidad y diversidad entre las personas, en el seno de la cultura nacional, regional y local.
3.4. Sostenimiento y promoción en las instituciones educativas de actitudes de permanente compromiso con la realidad personal, comunitaria y social, democrática y pluralista.
3.5. Desarrollo de la responsabilidad en la función docente, como trabajador profesional y como generador de proyectos de transformación escolar.
3.6. Capacidad para abordar en contexto laboral, desde una actitud de investigación para la revisión crítica de la propia práctica.
3.7. Intervención pedagógica – didáctica sobre los problemas y posibilidades de los alumnos y del contexto, desde su rol y competencia profesional.
3.8. Desarrollo de una actitud de equilibrio entre la necesidad de fortalecer prácticas exitosas y de innovar permanentemente en las actividades profesionales en la escuela.
3.9 .Profundización de la actitud de respeto por la dignidad y la vida humana, los derechos de las personas, en particular de los alumnos.
3.10. Valorización de la producción compartida y del trabajo cooperativo.

BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA 

POGGI, MARGARITA.” La observación: elemento clave en la gestión curricular. En imágenes e imaginación. Iniciación a la Docencia. Colección Triángulo Pedagógico. Directora Dra. Graciela Frigerio
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Torres Martínez,  Nancy Karina PRÁCTICA DOCENTE MOTIVO DE REFLEXIÓN Congreso Estatal de Investigación Educativa Actualidad, Prospectivas y Retos
3         y 5 de Diciembre del 2006”
DIKER Y TERIGI: “LA FORMACIÓN DE MAESTROS Y PROFESORES: HOJA DE RUTA” PAIDÓS. 1997 – CAP. 3 Y 4
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BAQUÉ, JUAN MAINER. “ Los conflictos Sociales. Proyecto Insula Barataria.Pouna didáctica de y desde los conflictos. Aula de Innovaciones Educativas. NUM. 61.
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SWARZMAN, JOSE-.” Enseñar la Historia. Herramientas para el trabajo en el aula” Ediciones Novedades Educativas. Bs.AS. 2000.
Documentos.
- Contenidos Básicos Comunes para la E.G.B. y el Nivel Polimodal. Ministerio de Cultura y Educación de la Nación. Argentina. 1997.
- Diseño Curricular de la Provincia de Corrientes para el Tercer Ciclo de la E.G.B. y Polimodal. 1999.
- Documento para la Transformación de la Formación Docente. Ministerio de Cultura y educación de la Nación. Bs. As. 1999
- Documento de Acuerdo Federal Núcleos de Aprendizaje Prioritarios. Resolución Nº..214/ 04 y 225/ 04.del Consejo Federal de Cultura y Educación.
 
REQUISITOS DE APROBACIÓN
ASISTENCIA: 75% DE LAS CLASES EFECTIVAMENTE DADAS
APROBACIÓN DE DOS (2) PARCIALES
PRESENTACIÓN DE TRABAJOS PRÁCTICOS SOLICITADOS
APROBACIÓN FINAL: EXAMEN ANTE TRIBUNAL
                                                                                                                       SARA ROSA ROMERO
                                         PROF. ESPECIALISTA EN CIENCIAS SOCIALES